Parroquia SANTIAGO Apóstol de Villena (Alicante)
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Nuestra Señora Virgen de Las Virtudes

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Domingo, 13 de Julio de 2025

CITAS BÍBLICAS.
Dt 30, 10-14 * Col 1, 15-20 * Lc 10, 25-37
​​​El evangelio de este domingo arroja luz sobre una cuestión que como creyentes quizá nos hemos planteado alguna vez. Nos gusta que nos den respuestas concretas y no genéricas. Al escriba que aparece hoy en el evangelio le sucede lo mismo, por eso, no duda en acudir al Señor Jesús para plantearle la cuestión que le preocupa.
«Maestro, pregunta, ¿qué he de hacer para heredar la vida eterna?» El Señor se limita a remitirle a lo que está escrito en la ley. «¿Qué está escrito en la Ley? ¿qué lees?». El letrado responde: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo». Esta respuesta genérica no acaba de satisfacer al letrado, que quiere una respuesta más clara, por eso pregunta: «¿Y quién es mi prójimo?». El Señor Jesús, en vez de darle una respuesta concreta le plantea la parábola del Buen Samaritano. Quiere que, viendo el comportamiento de los tres personajes, el sacerdote, el levita y el samaritano, saque la conclusión de cuál de los tres se portó verdaderamente como prójimo del pobre hombre al que asaltaron los bandidos.
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Ciertamente, la respuesta del letrado a la pregunta del Señor Jesús, «¿qué está escrito en la Ley?», es correcta, pero el Señor quiere ir más allá. Muestra en la parábola el comportamiento de dos personajes que, desde luego, conocen perfectamente el precepto, pero no lo llevan a la práctica. Sin duda, creen que aman con todo el corazón a Dios, pero no son conscientes de que el fruto de ese amor no tendría que ser otro que el amor al prójimo, y ese amor no lo practican. El samaritano no necesita ser un experto en el conocimiento de la Ley, pero amando al prójimo llega a practicar la primera parte del precepto que es, amar a Dios sobre todas las cosas.
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Esta parábola viene a arrojar luz sobre nuestra vida, en lo que se refiere a nuestra relación con Dios. Muchos nos escandalizaríamos si alguien nos dijera que no amamos a Dios. El levita y el sacerdote también se hubieran escandalizado. Sin embargo, esa es la realidad. El termómetro que indica hasta qué punto amamos a Dios, no es otro que el que indica cual es el amor que tenemos a nuestro prójimo. Aunque parezca un contrasentido, no amamos al prójimo porque amamos a Dios, sino todo lo contrario, es el amor al prójimo el que nos lleva a amar a Dios. A Dios no lo vemos, pero a nuestro prójimo sí, por eso, el único camino que tenemos para amar a Dios es el amor a nuestro prójimo. San Juan, en su primera carta nos dice: «Quien no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve».
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No nos engañemos. El Señor ha hecho las cosas bien hechas y para que lleguemos a Él, ha puesto a nuestro lado a nuestros hermanos, a nuestro prójimo, con sus necesidades y sus problemas, para que comprendiéndolos y queriéndolos nos lleven a conocerlo. Es necesario pedir al Espíritu Santo que nos ayude a salir de nuestro egoísmo, para dar entrada en nuestra vida al otro, al hermano, al pobre, al necesitado… y también a aquel que nos resulta difícil amar.
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